2 de julio de 2024

“No en nuestro nombre”: los judíos argentinos que se oponen al genocidio contra Palestina

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Al cumplirse 6 meses de lo que a muchos aún les da el estómago en llamar “guerra”, son al menos 33 mil los palestinos asesinados por el Ejército de Israel, sobre todo en la franja de Gaza. Millones de desplazados, casas destruidas, cadáveres entre los escombros, madres enterrando a sus propios hijos, niños y niñas…

Al cumplirse 6 meses de lo que a muchos aún les da el estómago en llamar “guerra”, son al menos 33 mil los palestinos asesinados por el Ejército de Israel, sobre todo en la franja de Gaza. Millones de desplazados, casas destruidas, cadáveres entre los escombros, madres enterrando a sus propios hijos, niños y niñas que ya no tienen padres. Hospitales bombardeados, cortes de electricidad, incomunicación, muertos por hambre, disparos contra quienes, con desesperación, se agolpan alrededor de los camiones que traen alguna migaja para comer. Las balas y bombas israelíes tampoco discriminan a trabajadores humanitarios o de prensa, y sus víctimas favoritas (un 70% de entre el total de los muertos) son las mujeres y los niños. Por Sol Tobía  / imágenes: Luciana González para ANRed.

La masacre, asegura el gobierno de Benjamín Netanyahu, es una indispensable y justa respuesta defensiva para proteger a la población judía y a su Estado de los árabes. Aunque ese discurso oficial encuentre aprobación entre muchos organismos judíos del mundo, al bloque ideológico sionista se le abrieron fisuras hace rato. Desde las entrañas de la comunidad, una consigna clara crece con decisión: “No en nuestro nombre”.

“En el mundo hace mucho existen cosas así: en Estados Unidos, donde la comunidad judía es la más grande luego de Israel, hay una tradición de hace mucho de organizaciones judías antisionistas. Acá, que es la siguiente comunidad en orden de importancia, no existía algo así. El peso del sionismo dentro de la comunidad judía es abrumador”, observa Juan Winograd al reconstruir el origen de la organización que integra, Judíes por Palestina. Enseguida aclara, además, que “con sionismo nos referimos a la defensa del Estado de Israel”, cosa que “no es lo mismo que judaísmo: el judaísmo tiene 5.000 años de historia y el sionismo tiene 150”.

La agrupación apareció cuando en 2021, frente a una serie de bombardeos israelíes sobre Gaza, un grupo de argentinos judíos críticos del sionismo y la política militar israelí sintió la necesidad de organizarse. “Nosotros veíamos esta situación dramática que estaba atravesando el pueblo de Palestina y sentimos la necesidad de hacer un pronunciamiento, sobre todo esta idea de decir ‘no en nuestro nombre’, porque algo que pasa mucho es que el Estado de Israel emprende su política militar, colonialista, con la idea de que lo hace en nombre del pueblo judío. Entonces era muy importante decir ‘no, nosotros no apoyamos esto’”, recuerda Juan.

La magnitud de la masacre que desde hace medio año emprende el Estado que dice representarlos no deja lugar para medias tintas. ¿Cómo se refiere este grupo de judías y judíos a lo que está pasando en Palestina? La respuesta de Juan Winograd llega rápida y sin vueltas: “Lo que está haciendo Israel en Gaza es terrible, es un genocidio, lo hemos denunciado con ese nombre. Es una política de exterminio de un pueblo, incluso en el propio discurso de los funcionarios del Estado israelí está muy clara la intención de barrer al pueblo palestino, de ocupar esa región y de colonizarla”.

En ese contexto, lo que Judíes por Palestina pretende es “dejar en claro ante el conjunto de la población que esto no es una causa del pueblo judío, que esto no es un conflicto religioso, que esto no es una batalla ni siquiera, como a veces se la presenta, entre la democracia y el terrorismo. Y en particular dar este mensaje sobre todo dentro de la comunidad judía”. La organización planifica charlas, convoca a cine-debates y hace traducciones, entre otras acciones, aparte de sumarse a convocatorias globales.

“Nosotros nos sentimos parte de un movimiento mucho más amplio que acompaña a la lucha del pueblo palestino y defiende su derecho al retorno, que es lo que el Estado de Israel no está dispuesto a reconocer. Porque acá hubo una Nakba, que es el nombre que le dan los palestinos: una expulsión de millones de palestinos que perdieron su casa, sus tierras”, explica Juan. “Nos encontramos con mucho ataque y persecución, pero después con mucho alivio”, rescata a continuación, y se alegra porque “muchas personas nos escribieron como ‘wow, qué bueno que existen, al fin alguien dice esto’”.

¿Es antisemita quien cuestiona al Estado de Israel?

El pueblo judío sufrió demasiado. Basta con haber tenido historia en la escuela para saberlo. El pueblo judío fue, históricamente, blanco de aberrantes actos de deshumanización y víctima de un brutal genocidio. Basta con haber oído sobre los crímenes de la Alemania nazi para entenderlo. A esa herida abierta apelan el Gobierno de Israel y las organizaciones judías mayoritarias de la Argentina al segundo que a alguien se le ocurre disentir con la ocupación de Palestina. ¿A quién no le llamaron antisemita por cuestionar públicamente la legitimidad del Estado israelí?

“Es un recurso permanente del Estado de Israel”, apunta Juan. “Cualquier crítica al Estado de Israel, sea por la cuestión palestina o por otra, es inmediatamente descalificada como antisemita. Es una forma de cerrar cualquier debate, porque lo que se juega de  fondo en esa acusación es la propia historia del pueblo judío y en particular el holocausto o la Shoá, como se dice dentro de la colectividad. Entonces, formando parte de un pueblo que sufrió una barbarie tal, la acusación de antisemita no es como cualquier otra acusación de racismo, ¿se entiende? Es una acusación que directamente transmite al Holocausto, a Hitler”, destaca.

A pesar de su carga emocional paralizante, el calificativo de antisemita en estos casos constituye, según Juan, “una acusación que no tiene sustento, porque en nuestro caso nosotros somos una organización formada por judías y judíos de Argentina, pero en caso que sean otras personas, están criticando una política de Estado, no están criticando un pueblo ni están teniendo una posición racista ni discriminatoria”. Asimismo, añade que el judaísmo implica “una tradición de muchos años” que excede con creces al sionismo.

“Siempre nos consideramos judíos por pertenecer a una historia, a una tradición, un pueblo. Y en esta historia el sionismo es algo muy reciente, como corriente surge hace 150 años y era una corriente minoritaria. Como corriente más o menos de peso en el judaísmo, tiene alrededor de 80 años. Entonces la idea de tildar a una crítica al sionismo como una crítica al judaísmo no tiene ningún sustento”, redondea.

Sin embargo, destaca que “es cierto que existe el antisemitismo” y que “sería un error” caer en la idea de que, “como es un discurso que usa el Estado de Israel para auspiciar sus políticas, entonces bueno, cualquiera que usa el término antisemita (está tendiendo) una trampa”. “No, hay antisemitismo real y también, esto hay que decirlo, en parte el antisemitismo crece como consecuencia de las políticas de Israel. Si a vos te tiran bombas desde un avión con el Maguén David pintado, es natural que asocies a una religión con el Estado que te está masacrando. Entonces, también, para realmente erradicar el antisemitismo necesitamos diferenciarlo claramente de lo que es un pueblo que a lo largo de su historia ha sido siempre un pueblo humanista”, completa.

 

¿Cómo se “justifica” un genocidio?

Corría 1982 cuando una ofensiva militar israelí se dedicaba a la sangrienta destrucción de miles de civiles libaneses y, ya en ese entonces, el periodista judío Jacobo Timerman se había puesto a destejer el entramado discursivo del Gobierno de Israel, entonces encabezado por Menájem Beguín. “Nos engañan cuando nos dicen que estamos acorralados, que Israel es el judío de las naciones, que nadie nos acepta. Despiertan en nosotros el temor necesario para que obedezcamos órdenes y no hagamos preguntas. Nunca nos informaron de nuestra fuerza real, de nuestra capacidad militar, de nuestra superioridad bélica”, escribía. Algún día, profetizaba, sus conciudadanos descubrirían “que les enseñaron a temer a los palestinos porque los odian, aunque les dicen que los odian porque les temen”.

“El aparato de propaganda del Estado de Israel es monstruoso y hay un discurso que se construye desde la primera infancia y con el cual es muy difícil romper, porque en el fondo la idea que construye el Estado de Israel es que es ellos o nosotros”, detalla Juan Winograd desde este presente. “El discurso es ese, los árabes (porque no hablan de los palestinos, no existen los palestinos en el discurso oficial de Israel) nos odian, nos quieren matar, no quieren que existan los judíos y por lo tanto es una guerra a vida a o muerte”.

En muchos casos, un ejemplo vale más que mil explicaciones. “Tenemos un compañero argentino que hizo uno de estos viajes que paga el Estado de Israel” como parte de sus “mecanismos” de “propaganda”, cuenta el miembro de Judíes por Palestina. Llegado un punto de su estadía, su compañero “trató de buscar la otra campana y fue a Cisjordania (región palestina ocupada por israelíes)”. Al volver, reconstruye Juan, sus familiares no le creían que había ido. “La lógica de su familia era ‘no, no, si hubieras ido te habrían matado, es imposible que hayas ido’. Así de loco como suena, es el discurso que se mama desde la escuela, en los medios, desde la parte estatal, y es difícil romper con eso. Existen algunos grupos antisionistas pero son muy minoritarios y tenés toda esta dificultad”.

En un punto, considera, el ataque perpetrado por Hamas el 7 de octubre “al Estado de Israel le sirvió para legitimar este discurso y sobre esa base desplegar este plan de guerra criminal que ya lleva más de 30 mil palestinos asesinados”. A su vez, la retórica estatal tiene sus amplificadores en todo el mundo. Los grandes medios de Europa, de Estados Unidos y de América Latina han demostrado “un alineamiento total con Israel”, que para Juan “se explica también por el fuerte alineamiento de Estados Unidos” con ese país. En ese marco, la tarea de su agrupación consiste en “funcionar un poco como medio alternativo”.

 

¿Es conciliable la existencia de un Estado de Israel con la paz del pueblo palestino?

“El sionismo es una corriente muy reciente históricamente y que además había sido prácticamente minoritaria hasta la Segunda Guerra Mundial”, remarca Juan. “Ya en la previa a la Segunda Guerra Mundial, Palestina estaba ocupada por el Imperio Británico. Entonces hay, en un primer momento, un impulso de parte del imperialismo británico por colonizar el territorio palestino con judíos, incluso en una primera etapa hay un sector sionista que hasta tiene un acuerdo con la Alemania de Hitler, con la idea de promover que los judíos ocupen ese territorio y siempre con este cuento de que era una tierra sin pueblo”, continúa. Lo que siguió fue “una colonización creciente que se va haciendo desde el principio con métodos de terror”.

En La Revolución Palestina, Rodolfo Walsh repasaba el régimen de apartheid que se fue implantando a fuerza de fuego y terror: castigos sangrientos contra quienes revendieran tierras a los árabes, boicots a las empresas judías que compraran materiales trabajados por árabes, destrucción de plantaciones y productos agrícolas producidos por los árabes. “En nuestro país uno adoctrina a las amas de casa para que no compren nada a los árabes, se piquetean las plantaciones de citrus para que ningún árabe pueda trabajar en ellas, se vuelca petróleo sobre los tomates árabes, se ataca en el mercado a la mujer judía que ha comprado huevos a un árabe, y se los rompe en la canasta”, precisaba por aquel entonces David Cohen, sindicalista y parlamentario israelí.

“En el ‘48 aparece esta primera resolución de la ONU que establece el Estado Judío, pero antes de que se sancione la resolución están las bandas armadas como Irgún, que se dedicaron a ocupar las aldeas palestinas e ir ampliando mucho más su territorio de lo que habían establecido las fronteras de la ONU”, sigue Juan. Lo que vino después fue una “permanente política colonial que llevó a ir barriendo cada vez más a los palestinos de sus tierras y a una diáspora, ahora, del pueblo palestino”, que tiene millones de habitantes desplazados de la tierra que los vio nacer. Lo que ocurre hoy, desde el 7 de octubre, “parecería un poco la batalla final, el intento final de ocupar el conjunto del territorio y terminar con la existencia del pueblo palestino”.

¿Era viable la idea de crear dos Estados? Juan Winograd no lo cree. “El problema del Estado de Israel, que por eso hablamos del apartheid, es que es un Estado racista por naturaleza. No les otorga los mismos derechos a los judíos que a los árabes. No ya solo en Gaza, que ahora directamente vive una política de exterminio de la población árabe: los árabes que viven dentro del Estado de Israel son ciudadanos de segunda”. En el ’82, Timerman denunciaba que la práctica de exterminio israelí procuraba mantener dentro del territorio y con vida a “la cantidad de palestinos que necesitan la industria de la construcción israelí y el barrido de nuestras calles”, en lo que calificó como “la Sudáfrica de Medio Oriente”.

Una solución verdadera, dice Juan, “es terminar con la opresión”. Esto implica “terminar con el apartheid, con una situación de coloniaje en un Estado que considera que hay personas que valen menos que las otras” o que directamente ni las considera personas sino “inferiores” que “no merecen el mismo trato que los nuestros”. Para él, “la propia experiencia histórica saldó el debate”, porque “el propio Estado de Israel nunca estuvo dispuesto a aceptar la creación de un estado Palestino”, y porque “históricamente” fue “un Estado colonizador”.

Sobre el final de la conversación, Juan lanza un último mensaje: “Para quienes lean, terminaría con un llamado a no callarse, a levantar la voz, esto es lo que nosotros hemos intentado hacer al decir ‘no en nuestro nombre’, al decir que no avalamos esta política de exterminio y al organizarnos e impulsar esta solidaridad internacional con la lucha del pueblo palestino, que es una lucha absolutamente justa. Es una lucha contra la opresión, contra el colonialismo”. Seguido de esto, remata con un llamado a su comunidad y reclama “no transformarnos de víctimas en victimarios”.

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