30 de junio de 2024

Cartón lleno, soja hasta en las banquinas

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OPINIÓN Por Gabriel Arisnabarreta (*) Me levanto y miro por la ventana. “Linda heladita…”, digo y me propongo ver qué nos depara este nuevo día. Mientras preparo el mate, antes de empezar a ordeñar, prendo el celular y la radio. Ninguna novedad, todo sigue igual, sigue igual que ayer: crece la pobreza, crece la indigencia,…

OPINIÓN

Por Gabriel Arisnabarreta (*)

Me levanto y miro por la ventana. “Linda heladita…”, digo y me propongo ver qué nos depara este nuevo día. Mientras preparo el mate, antes de empezar a ordeñar, prendo el celular y la radio. Ninguna novedad, todo sigue igual, sigue igual que ayer: crece la pobreza, crece la indigencia, audiencias en tribunales por no distribuir comida en los comedores populares; comedores populares que, muchos de ellos (según una cocinera que entrevistaban por la radio), se abrieron hace 30 años en un país que, según el agronegocio, produce alimentos para 400 millones de seres humanos. Un país que nunca puede salir del estado de emergencia.

¿A ver qué pasa en lo local? Abro el enlace de un diario digital de Saladillo. Licitan el arrendamiento del predio productivo del Aeroclub local. Son aproximadamente 200 hectáreas que la Provincia de Buenos Aires le cedió  al municipio. Imagino que, seguramente, el gobierno local esté pensando en manejar esas 200 ha en forma agroecológica, que sea un campo experimental agroecológico, donde puedan trabajar por ejemplo las y los técnicos en agroecología que se están formando en el Instituto Técnico Superior 135 de Saladillo.

También imagino que puede ser un lugar donde familias, sin acceso a la vivienda y con falta de trabajo, se asienten allí y comiencen a producir alimentos sanos para la población local y alrededores para contribuir a salir de la emergencia, iniciar un nuevo camino, aprender de lo sucedido y terminar con el hambre. Pienso en producción agroecológica de verduras, frutales, trigo para producir harina, maíz , pasturas para  tambo con elaboración de derivados lácteos y cría de ganado.

Muy iluso lo mío…El Concejo Deliberante debate para alquilarlas al agronegocio para sembrar soja, trigo hb4, maíz transgénico regado con glifosato, atrazina, glufosinato, entre otros agrotóxicos.

“Bueno, dejemos esto, sigamos buscando que alguna noticia buena debe haber”, trato de convencerme y encuentro otra noticia local: el bloque de concejales de Juntos por el Cambio presentó una ordenanza para ceder a terceros el uso de las banquinas de todas las rutas que cruzan el partido de Saladillo. Amparados en la Ley provincial 10342, sancionada en 1985, la propuesta era que Saladillo adhiera a esa ley que le permite licitar todas las banquinas de las rutas para ser sembradas con cereales y oleaginosas. (Nota: El bloque, que responde al intendente José Luis Salomón (JxC) y cuenta con mayoría propia, logró aprobar el proyecto el martes pasado).

Listo…Cartón lleno.

Concejo Deliberante de Saladillo. Foto: abcsaladillo

¿Qué dice la Ley 10.342 para avanzar con agrotóxicos hasta en las banquinas?

  • ARTICULO 1.- Autorizase a los Municipios de la Provincia de Buenos Aires a otorgar permisos de uso, a favor de terceros, de las franjas adyacentes a las rutas y/o caminos integrantes de la red vial provincial, excluyendo la superficie reservada por las normas vigentes para las banquinas, que a tal efecto autorice la Dirección de Vialidad, y de los inmuebles fiscales que autorice la Provincia.
  • ARTICULO 2.- (Texto según Ley 13729) Los permisos de uso serán con carácter precario y a título oneroso, por un término máximo de un año, renovables, y el destino de los mismos será la siembra de cereales, oleaginosas y similares, forrajes, granos varios, pasturas y toda otra explotación agraria que así lo aconseje la ubicación y características del lugar. En el citado permiso deberá constar la obligatoriedad del control de plagas y malezas como así también que las labores culturales deberán tener un criterio conservacionista que evite la erosión del suelo.

En resumen, amparados por una ley de 1985, el Municipio de Saladillo permitirá que las banquinas de las rutas sean sembradas por el agronegocio y rociadas generosamente con agrotóxicos para controlar plagas, enfermedades y malezas, obteniendo a cambio un ingreso a las arcas públicas.

Nadie se preocupa por las y los ciudadanos que pasen, vivan o trabajen por ahí mientras un “mosquito” (como se le dice a los  tractores pulverizadores) esté fumigando y, mucho menos, por tratar de preservar a las banquinas como corredores biológicos, como uno de los pocos lugares dentro del paisaje rural donde no deberían entrar las grandes maquinarias ni los agrotóxicos, uno de los pocos lugares donde se rompe la monotonía del desierto verde del agronegocio y uno de los pocos lugares donde pueden refugiarse insectos benéficos y donde podríamos  encontrar flora y fauna silvestre.

Para nada… El Ejecutivo y el cuerpo legislativo municipal propone que el paquete tecnológico del agronegocio avance también sobre las banquinas, a pesar de haberse manifestado “muy preocupados”, cuando el grupo socioambiental Ecos de Saladillo se reunió con todo el Concejo Deliberante para dar a conocer los resultados obtenidos a través del proyecto “Plaguicidas introducidos silenciosamente”, que demostraron que, al menos, un 20 por ciento de la población local (aunque no viva en el campo) ya tiene residuos de glifosato en su cuerpo.

Nadie se preocupa. Nadie se preocupa porque el sistema actual de producción agropecuaria es visto, por gran parte de la sociedad y con la complicidad de casi todo el arco político, como un generador de divisas y no como un generador de alimentos sanos, seguros y soberanos. Esa concepción de país colonia, de saqueo y entrega de nuestro territorio es precisamente el modelo que tenemos que desarmar.

Foto: ECOS de Saladillo

30 años de soja transgénica, modelo para desarmar

Retomo el comentario de la cocinera de un comedor popular que cité. Habla de 30 años de existencia de esos comedores populares. Treinta años para atrás, aproximadamente, nos lleva al año 1996, cuando Felipe Solá, como secretario de Agricultura en la presidencia de Carlos Menem, firmó un decreto autorizando la siembra de la soja transgénica resistente al glifosato basándose en lo declarado por la corporación Monsanto. ¿Es casualidad? Para nada.

Argentina dejó de ser un país productor de alimentos y se transformó en productor de commodities, que cotizan en la bolsa de Chicago junto al oro, la plata y el petróleo. Argentina deja de pensar en calidad y piensa en cantidad. Sin importarle las consecuencias. Y las consecuencias no se hicieron esperar.

En estos 30 años, Argentina no dejó de expulsar productores familiares del campo. Cada vez hay menos productores, cada vez más concentrada la propiedad de la tierra y cada vez más concentrada la producción. Así lo detalla el último Censo Agropecuario del 2022. Se perdieron el 41 por ciento de las explotaciones agropecuarias y se acentuó la concentración de tierras en pocas manos: el 1 por ciento de las explotaciones controla el 36 por ciento de las tierras, mientras que el 55 por ciento de las chacras (explotaciones familiares pequeñas) tiene sólo el 2 por ciento.

Las corporaciones pasaron a dominar totalmente la escena del campo, forman agrónomos, ponen ministros, se meten en las escuelas agropecuarias, le cambian la cabeza al chacarero, lo endeudan, lo tienen preso. Se pierden las chacras que cubrían gran parte del país. El agronegocio pasa a ser política de Estado.

Hoy, casi 30 años después, estamos dentro de los 10 países que más han deforestado en el mundo, alrededor de 8 millones de ha y van por más. En la madrugada del 3 de mayo, diputados chaqueños votaron para seguir desmontando en dicha provincia. Tenemos al río Paraná con más glifosato que en un campo de soja, con peces y anfibios contaminados. Somos el país que más agrotóxicos arroja por habitante en el mundo (12 litro/persona por año) y el cáncer aumenta cada vez más en gente joven.

La organización Naturaleza de Derechos acaba de dar a conocer informes de residuos de agrotóxicos en alimentos, según estadísticas del SENASA, y los resultados son alarmantes Más de 80 principios activos detectados en verduras, frutas y cereales, casi la mitad de ellos prohibidos en Europa y parte del resto de los agrotóxicos detectados sospechados de estar relacionados con enfermedades crónicas.

En resumen, se trata de un modelo que no piensa en alimentar, no piensa en la salud de la gente ni de los territorios que habita y sabemos que en territorios enfermos no hay bienestar ni salud posible.

Sin dudas, la Ley Bases y el RIGI profundizarán el saqueo y la entrega del territorio y constituyen un daño mortal a nuestro sueño de vivir en un país soberano, por lo cual es imprescindible sumar fuerzas. Es importante la necesidad de un nuevo movimiento político que no repita los errores del pasado, que nos condujo a este presente. Un nuevo movimiento que comprenda lo delicado de la situación ambiental que vive el planeta y que son necesarios cambios y medidas urgentes al respecto.

Los límites naturales ya han sido superados ampliamente y la Naturaleza nos está avisando que no hay mucho tiempo más para perder (pandemia, cambio climático, pérdida de biodiversidad, desigualdad social, pobreza, hambre, violencia). Sin un modelo de país que valore los bienes comunes y los preserve, sin un país que recupere su historia y sus orígenes, sin un país que termine con esa idea que tan bien sintetizó Eduardo Galeano con la ¨ser como ellos¨, sin un país que comprenda que lo ambiental está íntimamente ligado a lo social, viviremos en emergencia permanente y nunca terminaremos con el hambre ni la pobreza.

Desarmar ese modelo es para lo que tenemos que unirnos en este momento.

(*) Ingeniero agrónomo. Integrante de la organización Ecos de Saladillo.

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