Icono del sitio Noticias y novedades

VIL AGRAVIO POST-MORTEM A RENÉ FAVALORO

Finalmente se depositó el cuerpo de Evita en un cementerio de Milán como signora Magistris.

¿Qué les ocurre a ustedes, los argentinos, que siguen vejando cadáveres de gente que se jugó por su Patria?

Por Ignacio Lizaso

NAC&POP

21/05/2023

Durante una reunión de amigos tan crudo, insólito planteo corrió por cuenta de un periodista francés invitado al encuentro.

La inquietud surgió cuando la charla se refirió al homenaje rendido por Patricia Bullrich a René Favaloro con dedicación exclusiva a Horacio Rodríguez Larreta.

De apellido Ronet, el colega contó que vive en Toulouse. Al enterarse que en esa ciudad había una sociedad que mantiene viva la memoria de un cantor venerado en Argentina, comenzó por descubrir quién había sido ese Gardel y terminó tratando de entender qué era el peronismo. Compleja faena a la que continúa entregado y que lo trajo a Buenos Aires.

La charla entraba en detalles del affaire Favaloro-Larreta.

Nadie medianamente informado ignora que la simple mención del nombre de nuestro famoso cardiólogo es «un fantasma que atormenta» a Larreta, declarado enemigo por la Bullrich en la interna del Pro.

Pero muy por encima de ese encarnizado combate, desde el 29 de julio de 2000, fecha del suicidio de Favaloro, a Larreta, en aquel momento interventor en el PAMI, se lo marca como causante en gran medida de esa terrible decisión.

En carta escrita poco antes de balearse el corazón Favaloro señala que desde 1994 el PAMI le adeudaba 1.900.000 pesos a su fundación y denuncia: «de haber aceptado los retornos que nos pedían la hubiéramos cobrado en 48 horas».

El poeta Carlos Penelas, el más estrecho colaborador de Favaloro, es autor de la más completa biografía del maestro.

«Favaloro alcanzó a revolucionar la cardiología, pero fue derrotado por la corrupción imperante en nuestro país.»

Profesionales de la fundación le aconsejaban que cediera al pedido de retornos y ante el inflexible rechazo llegaron a proponerle que se dijera que él no estaba enterado del arreglo.

La respuesta fue rotunda. «-No puedo cambiar, prefiero desaparecer», cuenta Penelas.

Y rescata rasgos de la ideología de Favaloro, sintetizada en un concepto: «mi pecado quizás haya sido expresar en voz alta lo que pienso y siento de esta sociedad que entroniza privilegios, unos pocos gozan hasta el hartazgo mientras las mayorías viven en la miseria».

En el hospital Gúemes, donde reanudó su trayectoria al regresar de Estados Unidos – «volví por mi eterno compromiso con mi patria» -, y más tarde en la fundación era prioridad disponer de camas para los indigentes.

«No era fácil llegar a Favaloro, pero si quien lo lograba era un seco René se ponía el guardapolvo y al quirófano», da testimonio Penelas.

Larreta se negó una y otra vez a autorizar el pago de la deuda, que «no estaba verificada».

Favaloro llegó a enviarle al presidente Fernando de la Rúa un mensaje desesperado, que no tuvo respuesta, mientras no cesaban de presionarlo para que transara pagando una comisión en negro por un trámite legal, deliberadamente entorpecido.

Por su gestión en el PAMI – secundado por Marí Eugenia Vidal -,

Larreta resultó acusado penalmente por defraudación e incumplimiento de los deberes de funcionario público.

Asignada la causa al juzgado de Claudio Bonadío la orden fue: al contéiner.

Pero 4 meses después Larreta renunció.

Conociendo la probada honestidad de Favaloro, lo condenaron a humillación y muerte, y ahora la Bullrich le tira el cadáver encima a Larreta.

Ronet escuchaba en silencio.

Fenómeno automático, alguien asoció la imagen de la Bullrich junto al busto de Favaloro, a quien llamó «gran argentino», con la de Mauricio Macri inaugurando un monumento de Perón, en vísperas de las elecciones de 2015.

¿Se acuerdan quiénes acompañaban a Macri en ese acto de farsa?, desafió el de la asociación luminosamente lícita.

Y tiró nombres: Larreta, Hugo Moyano, Eduardo Duhalde, la Vidal, Cristian Ritondo y el Momo Venegas.

¿Cómo puede ser que a ningún militante de la línea nacional y popular se le haya ocurrido usar el caso Favaloro contra Larreta, candidato presidencial número 1 de la oposición y duro crítico de CFK, y que lo haga una figura del mismo palo?

¿Candoroso ejemplo de compostura cívica o de búsqueda de concordia?

Uno recuerda la denigrante visita de Carlos Menem, ya instalado en la Casa Rosada, al domicilio de Isaac Rojas.

En vana explicación de la cabronada el riojano recurrió a la palabra concordia.

Un interrogante más: ¿si la Bullrich se manda semejante agresión contra su correligionario Larreta, qué tendrá reservado para el enemigo si le toca recuperar el manejo de la SSeguridad? (no hay error tipográfico).

A esa altura Ronet desenfundó su planteo, que iba a actualizar bruscamente dolorosos hechos codificados en la memoria de los cinco argentinos presentes: el secuestro de los restos de Eva Perón y la profanación de la tumba de Perón para mutilar sus manos.

Volvimos a nombres como el del teniente coronel Moori Koenig, encargado de dar destino al cadáver de Evita, con el que yiró por la ciudad a lo largo de diez días en el furgón de una florería temiendo que militantes de la resistencia peronista, alertados por la monstruosa violación (noviembre de 1955), descubrieran su paradero.

La torpeza de Moori Koenig (rey de la ciénaga, en alemán), definido más tarde como un necrófilo, la misión de hallar una salida clandestina se le encomendó a un coronel Cabanilllas.

Finalmente se lo depositó en un cementerio de Milán bajo el nombre de signora Magistris.

Rodolfo Walsh, autor del excelente cuento «Esa mujer», sostiene que el operativo, que pudo concluir con la eliminación de los restos, fue una muestra de la infinita, enfermiza capacidad de odio del antiperonismo.

Transcurrieron casi 16 años hasta que los restos le fueron entregados a Perón en Puerta de Hierro.

Diez meses después el general Lanusse, a poco de asumir la presidencia de facto, lanzaba la bravata disfrazada de duda de que a Perón no le daba el cuerpo para regresar al país.

En junio de 1987 se produjo la mutilación de las manos de Perón y el pedido de 8 millones de dólares por el rescate.

Vicente Saadi, titular del PJ, rechazó de plano acceder al pago.

El gobierno de Raúl Alfonsín venía golpeado por los sucesos de Semana Santa y los servicios de inteligencia se ocuparon de oscurecer el caso.

El primer juez que intervino, Jaime Far Suau, murió en un confuso accidente automovilístico.

Al jefe de policía Juan Ángel Pirker – el hombre que acabó con «la trama macabra de La Federal», según el diario Crónica – le tocó morir en su despacho de «un ataque de asma».

El comisario Carlos Zunino, a cargo de una parte de la investigación, zafó providencialmente de un asalto a su casa.

También fue asesinado el sereno de la Chacarita que cuidaba la zona en que estaba la tumba.

Redactor de Tribuna de Periodistas, Fernando Paolella informó que cuando le pidieron a Saadi algún dato de los responsables contestó: pregúntenle al Monje Negro.

Se refería al Coti Nosiglia, aclaró Paolella.

Movilizada la memoria y picaneada la imaginación, no extrañó que uno de los amigos del grupo, sociólogo él, pariera una nueva conjetura: si la bala de Sabag Montiel hubiera cumplido su misión, ¿qué mandatos no sería capaz de dictar la usina de odio con respecto a los restos de CFK?

Entraste en trance de delirio, le dijeron al padre de la conjetura, que hizo su defensa con las botas puestas.

Arrancó recordando que Héctor Magnetto se atrevió a espetarle a Menem en la cara que el de presidente de la nación era «un puesto menor».

Profundizando esa línea – siguió -, para la ultraderecha la muerte es un estado menor, la meta es la desaparición del personaje.

A no olvidar el sentido filosófico-criminal que le diera Videla: el desaparecido es una incógnita, no tiene entidad, no está ni muerto, ni vivo.

Y remató subrayando que, no casualmente, una tal Delfina Ezeiza, precandidata de Javier Milei, ha dicho (sueño golosamente recogido por La Nación): «volvé, Videla».

Final con información no suficientemente difundida del destino de los restos del general José de San Martín.

Se encuentran en la capilla Nuestra Señora de la Paz de la Catedral Metropolitana, «fuera del terreno consagrado».

«A pedido de la Iglesia, la cabeza del cajón se construyó con una inclinación de 33 grados, como símbolo de la predestinación al infierno que cargan los masones», ha explicado Infobae.

El grado máximo de la masonería, se sabe, es el 33.

Qué barbaridad, dijo Ronet.

Comentario que tras el patético desnudo de nuestra realidad motivó que sin ánimo ofensivo le puntualizáramos que Francia también padece una creciente vigencia de la ultraderecha con inconfundibles raíces hitlerianas.

Los Le Pen son descendientes y herederos del ejército de colaboracionistas cómplices de la ocupación nazi.

Y dimos cifras: en las últimas elecciones el pueblo les confió nada menos que el 41,8 % de los votos.

De todas maneras, merci, Ronet, por su fecunda inquietud.

IL/



Source

Salir de la versión móvil