10 de diciembre de 2023

SALTA, LA BENDICIÓN DEL AGUA.

El agua es la vida de uno, un criollo sin agua, no es nada. Pequeña crónica de una recorrida por territorios del chaco salteño y la visita a beneficiarios de cisternas para acopio de agua de lluvia. Presencia del Estado en comunidades criollas y originarias. Por Eduardo Silveyra NAC&POP 04/10/2023 Después de hacer noche en…

El agua es la vida de uno, un criollo sin agua, no es nada.

Pequeña crónica de una recorrida por territorios del chaco salteño y la visita a beneficiarios de cisternas para acopio de agua de lluvia. Presencia del Estado en comunidades criollas y originarias.

Por Eduardo Silveyra

NAC&POP

04/10/2023

Después de hacer noche en Vaqueros, bajamos desde el cerro rumbo a Pichanal con Nacho Garzarón, delegado del Instituto Nacional de Agricultura Familiar Campesina e Indígena (INAFCI), antes haremos un cambio de vehículo y continuaremos el viaje a Pichanal, localidad
del Chaco Salteño, en las cercanías de Orán, con Diego Gulazzi, otro técnico del instituto que hará de guía.

Los primeros rayos del sol iluminan los cañaverales del Ingenio Ledesma a ambos lados de la ruta 34, cada tanto aparecen plantaciones de citrus y tabaco, pero casi todo el territorio está poblado y en algunos casos, como el de las fuentes de agua, apropiados por “Ledesma” como dice Diego, aunque el ingenio es propiedad del grupo económico Blaquier.

Agua, de eso se trata el viaje, de entrevistar a algunos de los beneficiarios de las cisternas para acopio de agua de lluvia, un proyecto realizado en conjunto entre el INAFCI, la Dirección General de Proyectos Sectoriales y Especiales (DIPROSE) el Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) ya que el proyecto de construcción de 279 cisternas también abarco a comunidades originarias wichis y guaraníes.

La realización de las obras fue realizada por la empresa URBAN S.A. que ganó la licitación para construirla y empleó mano de obra de las comunidades, un punto que estaba establecido en la misma.

De las 279, se han construido 124 en el término de 2 meses, las restantes están con las obras avanzadas, según me cuenta Diego, que aminora un poco la marcha para que veamos a unos buitres posados sobre el ramaje de un algarrobo.

Después del avistaje, continuamos la marcha y luego de un rato, cruzamos el puente sobre el río Bermejo y salimos de la 34 para entrar en la ruta 81, donde un rebaño de cabras cruza el camino áspero de ripio y nos detiene por unos minutos.

Luego de un trecho de unos cuantos kilómetros, Diego, baqueano de estos caminos y senderos, encuentra el camino de tierra que nos llevará al Puesto La Mina, no es difícil ubicarlo, a la entrada hay clavado en un poste, un cartel de chapa con la figura de un yaguareté que además del nombre del puesto, dice: Familia Burgos.130 años.

BURGOS.

Ignacio Burgos, es un criollo de 67 años, delgado y fibroso, nos esperó justo a la entrada del camino que lleva a su puesto, después de presentarnos, se sube a la moto y nos dice: Me adelanto un poquito y ustedes síganme.

Nos internamos en el monte y zigzagueamos por el camino polvoriento, rodeado de cactus, tunas, cardones, algarrobos y tuscas.

La senda a veces se bifurca y se interna en esos misterios del monte, donde el puma y el yaguareté se disputan el reinado, después de recorrer el viboreante trecho, llegamos al rancho de Burgos, un hombre del monte.

Bajo el techo de la galería, su mujer Rosa Palacios, prepara un mate y le dice a su sobrino, Sergio Ismael, que vaya cortando la lechuga, Burgos nos anuncia que está el fuego listo para hacer un asado.

A cierta distancia se ven unas vacas bajo la sombra de los algarrobes, a nuestro lado unos perros nos miran echados en el suelo, una gallina es seguida por los pollitos, algunos pasan por encima del lomo un gato e Ignacio me invita a recorrer el patio hay una variedad de árboles que me describe uno a uno.

-Este es una sachasan, este otro un algarrobo, el de al ladito un membrillar y ese de ahí un chañar.

-¿Naciste acá?

-Sí, acá en este monte llevamos 130 años trabajando, ya vamos muchas generaciones, de acá no nos movemos.

-¿Y allá hay una laguna?

-Sí, pero ahora está casi seca, hay que esperar que llegue la lluvia, recién empieza en septiembre-octubre y dura hasta marzo o abril, pero no es que llueve todos los días, llueve cada 20 ó 25 días.

Sentados alrededor de la mesa, Burgos nos cuenta de las vacas criollas que cría con esfuerzo, de las cabras que andan por el monte y también de sus aventuras con tigres y leones, como llaman en la zona al yaguareté y al puma, de los que dice ha comido.

-Acá en el monte se come todo.

–Y señala los caparazones de mulitas puestos sobre los troncos de la cerca.

-¿La obra de la cisterna, qué le parece?

-Muy buena, ya hemos hecho una huerta, con lechugas, tomates y acelgas.

El agua es la vida de uno.

-Un criollo sin agua, no es nada.

Podés tener de todo, pero sino tenés agua, no tenés nada. –

Agrega Rosa, al tiempo que pasa la fuente con los trozos de carne.

Después del almuerzo, partimos, Ignacio, Rosa y Sergio nos despiden desde la tranquera abierta y vuelven a agradecer por la cisterna.

GALLARDO.

Unos cuantos kilómetros nos separan de Embarcación, vamos rumbo a una comunidad Weenayek, emparentados con los wichis, pero que abogan por ser reconocidos como Weenayek, ya que hablan un idioma propio y sus rasgos también difieren un poco del de los wichis.

La comunidad se llama Gallardo y casi todos los miembros llevan ese apellido.

En determinado momento abandonamos la ruta y nos internamos en un camino de tierra, atravesamos un caserío, pasamos por el cementerio y un basural, para llegar a los ranchos de la comunidad, vamos en busca de Benito Gallardo, referente de la comunidad, pero al llegar al rancho donde vive, su hija nos informa que no está.

-Pueden hablar con el hermano, Tomás, es la casa del fondo.

Pocos metros separan un rancho de otro.

Apenas pisamos el patio, sale y nos recibe, es un hombre flaco, las arrugas marcan la severidad de su rostro, le decimos que venimos hablar
acerca de las cisternas y acerca unas sillas de madera para que nos sentemos.

Le pregunto acerca de la controversia que se da con los wichis y me dice:

-El wichi habla conmigo lo entiendo y me entiende, usted habla castellano y nos entendemos, somos todo lo mismo, no hay diferencia.

-¿Qué edad tiene?

-Soy clase 48, antes vivía en Misión Vieja, ahora hace 8 años que estamos acá.

Nos han apoyado mucho, comunidades de Jujuy y los diaguitas, acá viven 16 familias y ellos han apoyado.

Yo acá vivo solo, mi mujer desapareció hace años.

-¿Falleció?

-Sí, el que muere desaparece.

-¿El tema del agua cómo es?

-En este momento hace años que no llueve, anoche llovió alguito pero no alcanzó.

La cisterna está mal hecha y no se pudo juntar agua, no la voy a usar.

Diego le pregunta cuál es la falla para arreglarla, pero Tomás insiste en que si algo está mal hecho no se debe usar.

En realidad, es una falla pequeña en la inclinación y le promete al día siguiente avisarle a la empresa, para efectuar el arreglo.

Después de tomar nota del reclamo, decidimos partir, pero Tomas nos detiene y nos dice:

-Antes de que se vayan les quiero preguntar algo, a ustedes que están metidos.

-Sí, pregunte.

-¿Qué va a pasar con nosotros si gana Milei.

Quiere hacer desaparecer el estado y no se puede vivir sin estado.

-Así es, va a perjudicar a todos.

¿Acá en la comunidad votaron a Milei?

-Acá no creo, pero muchos no fueron a votar.

-Hay que convencerlos para que vayan.

-Sí, va a perjudicar a todos los originarios, voy a ver de convencerlos.

El sol ya comienza a enrojecer el cielo, cuando retornamos a la ruta camino a Palpalá, donde haremos noche y día siguiente ir al encuentro con otras comunidades campesinas y la bendición del agua.

ES/



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