26 de marzo de 2023

ROSARIO RENACIDA COMO CAPITAL DEL HAMPA

Rosario, la Chicago de de Al Capone en 1930, hoy con humo de Medellín Rosario, la Chicago de de Al Capone en 1930, hoy con humo de Medellín. Distancia y tiempo que ha demorado Rosario en renacer como capital del hampa. De 1930 a 2023 han pasado 93 años. Por Ignacio Lizaso NAC&POP 17/02/2022 De…

Rosario, la Chicago de de Al Capone en 1930, hoy con humo de Medellín

Rosario, la Chicago de de Al Capone en 1930, hoy con humo de Medellín. Distancia y tiempo que ha demorado Rosario en renacer como capital del hampa. De 1930 a 2023 han pasado 93 años.

Por Ignacio Lizaso

NAC&POP

17/02/2022

De Chicago a Rosario hay 8.600 kilómetros de distancia y de Medellín a Rosario, 6.580.

De 1930 a 2023 han pasado 93 años.

Distancia y tiempo que ha demorado Rosario en renacer como capital del hampa.

Hace precisamente 9 décadas era detenido y deportado Juan Galiffi («Chicho el Grande»), uno de los dos capo mafia que con sus hazañas delictivas originaron que Rosario fuera conocida como «la Chicago argentina».

Poco después familiares de Galiffi se encargaban de asesinar a su rival, Francisco Morrone («Chicho el Chico») y su hija Ágata asumiría el mando de la banda, prolongando por 6 años la ola de secuestros y asesinatos,

Aquélla imagen sugería un paralelo con la Chicago sometida por los gangsters reclutados por Al Capone, que entre 1926 y 1931 sembró el terror en esa ciudad de Estados Unidos.

Hoy Rosario se ha ganado un cambio de denominación: es la Medellín de Colombia (o la Sinaloa de Méjico).

Los grupos narcos han desatado un clima de salvaje, incontenible violencia, que se ha venido multiplicando.

A lo largo de 2021 se registraron 244 homicidios, cifra que en 2022 ascendió a 287 y durante enero último se acercó a 1 homicidio diario.

Vale parodiar un dicho popular: los presos que vos encanáis gozan de buena salud.

Porque los jefes de esos grupos furiosamente activos permanecen presos.

Entre los sujetos que no arrugan detrás de las rejas están los Cantero, capos de Los Monos, la banda más poderosa, René Ungaro, Esteban Alvarado y Brandan Bay (éste, un veinteañero).

El gatillo fácil, en este período no por parte de las fuerzas policiales – de manifiesta inoperancia -, se acaba de cobrar la vida de una niña de 4 años.

Los mensajes de los líderes encanados llegan a través de escenas que podrían haber filmado David Cronenberg o Brian de Palma.

En una calle cualquiera aparece el cadáver de un tipo y atado a su pecho, en un cartel manuscrito, puede leerse una amenaza a alguien que ha sacado los pies del plato. («Cómo olvidarte en esta queja» mafiosa, cara N´Dranghetta).

La difusión del mensaje queda plenamente garantizada, la tevé y los diarios exponen el cadáver sin asco, ni piedad.

Al cliente de la pantalla lo conmueve hondamente (oímos la frase en el subte) la «jeta del fiambre».

Hasta los años 60 era común ver en acción al hombre-sandwich, un tipo que recorría caminando el área céntrica de Buenos Aires exhibiendo dos carteles, uno sobre el pecho, otro sobre la espalda, en los que se promocionaba, por ejemplo, un espectáculo teatral y la yerba Safac, o se leía «compro Rolex usados».

Escena que hoy se continúa reeditando en Londres.

En Google se aprecia la foto de uno de estos vendedores en Trafalgar Square: el cartel recomienda «comida kosher».

Suele denunciarse la existencia de zonas liberadas.

Se diría que Rosario es una ciudad liberada.

Llegado a los 18 años de su Sicilia natal, con el espíritu de la mafia en sus genes y entre sus dientes, Juan Galiffi empezó su carrera en Gálvez, Santa Fe.

De simple operario de una fábrica saltó con cierta brusquedad (la necesaria) a dueño de una peluquería, una cantina y una carpinteria. (En nuestro país el apellido Gálvez es sinónimo de acelerador a fondo).

Simultáneamente fue dando forma a su ambicioso proyecto de armar una banda.

Tras una serie de estafas y crímenes en 1932 dio un golpe de tanta envergadura que la «Crítica» de Natalio Botana lo llamó «el secuestro del siglo».

La víctima fue Abel Ayerza, 24 años, de una familia de las seudo patricias, que no ocultaba sus estrechos vínculos con el poder militar instaurado por el régimen de José Félix Uriburu.

Hasta comienzos del siglo en curso, descendientes de los Ayerza poseían un importante paquete de acciones del Banco (actualmente Grupo Financiero) Galicia.

No resultó accidental que junto a Ayerza fuera secuestrado el hijo de Alberto Hueyo, ministro de hacienda de Agustín P. Justo.

Fijado y hecho efectivo un pago de 120.000 pesos correspondía, leal a los códigos de la mafia, que Galiffi entregara a Abel.

Pero se habría producido una confusión en los mensajes entre el capo y los hermanos Di Grado, anche sicilianos, quienes lo mantenían cautivo en Corral de Bustos, Córdoba..

«Manden al chancho» era el texto de la orden de dejar en libertad a Abel.

Los Di Grado, que manejaban un muy precario castellano, habrían interpretado que la «n» y la «d» era una «t», de manera que la orden era: maten.

Ejecutado el asesinato, enterraron a Abel Ayerza en dicho pueblo cordobés y posteriormente trasladaron el cuerpo a Chañar Ladeado, Santa Fe, donde lo rescató su familia.

Deportado Juan – moriría 10 años después en su tierra -, de la conducción de la banda se encargó su hija Ágata (1916-1985).

Juan la había casado con Rolando Lucchini, abogado, su mano derecha y (¿casualmente?) cuñado de Morrone.

Uno de sus primeros actos, en complicidad con Rosa Alfano, su madre, fue disponer el asesinato de Morrone.

En la mirada de sus bellos ojos «color esmeralda» y su bravura se basó la leyenda de Ágatha, llamada «la Flor de la Mafia».

Su trayectoria arrancó con la explotación de garitos de juego y prostíbulos y algún secuestro, y culminó al concebir la excavación de un túnel de más de 90 metros para acceder a la sede central del Banco de la Provincia de Tucumán.

Como medida del volumen de semejante plan basta señalar que la obra – se contrató a mineros bolivianos, habituados a trabajos subterráneos – contaba con provisión de oxígeno, tendido eléctrico y rieles.

Un dato para considerar el grado de sofisticación hollywoodense: el objetivo no era robar el dinero depositado por la acaudalada sociedad tucumana, sino cambiar los billetes válidos por otros falsos.

Un tiroteo a fines de 1938 con la policía rosarina, que dejó muertos de uniforme, fue causa de que Ágata y su amante, Arturo Pláceres, comenzaran a ser motivo de investigación para las fuerzas de seguridad.

Aparecieron en plaza billetes falsos de 100 y 1.000 pesos confeccionados para la sustitución – en esos años un empleado nacional ganaba 150 pesos -, no faltó algún delator y finalmente fue descubierta esta versión entre criolla y siciliana de «Rififi».

En 1939 Ágata y el acentuado Pláceres fueron detenidos.

A ella se la castigó confinándola en un pabellón de enfermas mentales de un penal.

Retirada a cuarteles de otoño en la capital de San Juan, con un «resto» que supo conservar instaló una elegante zapatería, se distinguió por sus donaciones a sectores modestos de la provincia y volvió a casarse con un tal Julio Fernández.

Ágata Galiffi murió a los 69 años.

Alphonse Capone (1899-1947) fue un ciudadano yanqui que desde su adolescencia estuvo entreverado con las actividades de la Unione Sicliana, filial mafiosa radicada en Chicago.

Se inició como guardaespalda de Johnny Torrio, dirigente gremial y capo de la Unione, que tempranamente se abrió de la cosa nostra.

En 1926 le cedió el mando a Capone, que extendió los negocios a nuevos rubros: especuló con la Ley Seca vendiendo alcohol en forma clandestina, explotó escolaso y puterío, incursionó en el contrabando y creó un servicio de protección a industriales y comerciantes.

¿De quiénes los protegía?

De los propios secuaces de Al. Nombres famosos del hampa. Scalise y Anselmi, especialistas en llevar «de paseo» a los remisos en someterse a los dictados de Capone.

Y el irlandés pelirrojo Fred Burke, que frotaba las balas con ajo para que ardieran al hundirse entre tripas y sesos, y antes de matar a quien le marcaran, le pasaba una fija en las carreras de caballos.

Con el propósito de simular que no era poblador estable de Chicago, Al emplazó su bunker en Cicero, pequeña ciudad vecina.

Tuvo rivales, el más duro fue Bugs Moran.

Pero el día de San Valentín de 1929 los secuaces de Al armaron una emboscada y en un garaje que era depósito de licores fueron fusilados los siete pistoleros más diestros de Moran.

Sólo por evasión impositiva se pudo meter preso a Capone, en 1931, en la isla de Alcatraz.

Para ablandar su soberbia le tapaban la cabeza con una capucha y lo sumergían una y otra vez en las aguas heladas de la bahía de San Francisco.

El submarino llamaban al juego.

Capone salió en libertad en 1942 y desde entonces vivió en una villa de su propiedad en Miami Beach.

Ahorro se dice saving en inglés y risparmio en italiano.

Pellegrini y Urquiza, calles de Rosario, no tiene rasgos en común con El Hueco y Girardot, calles de Medellín Y los capos narcos de la talla del famoso Pablo Escobar o Rafael Cardona Salazar, uno de los jefes actuales, pisotean el más leve esbozo de paralelo con un Cantero o un Bay.

En su época las operaciones de Escobar concentraban el 80 % del consumo mundial de cocaína y su fortuna personal trepaba a 8.000 millones de dólares.

Poder que lo impulsaba a excesos como ostentar su oferta de generosa recompensa a quien matara un policía.

Lo cierto es que ha prendido profundamente la resignada sensación de que Rosario se ha medellinizado.

Pero hay un mítico personaje que las hermana.

A no extrañarse si un día de éstos aparece un par de pibes en el monumento a la Bandera con un pregón imposible de desdeñar: «¡a 100 dólares la última selfie de Gardel en el avión!, ¡lo que nunca se vio!: el fuego avanza y el Zorzal se cubre la garganta».



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