LA «CORTE» SEGÚN HITCHCOCK
Un film de Hitchcock con Rosatti, Feinmann y el Virrey como personajes Hasta hace una semana a millones de argentinos los abrumaba la impresión de que el primer magistrado, como se suele llamar al Presidente de la Nación, ya no gobernaba en la tradicional Casa Rosada de Balcarce 50. Por Ignacio Lizaso NAC&POP 18/05/2023 Hasta…

Un film de Hitchcock con Rosatti, Feinmann y el Virrey como personajes
Hasta hace una semana a millones de argentinos los abrumaba la impresión de que el primer magistrado, como se suele llamar al Presidente de la Nación, ya no gobernaba en la tradicional Casa Rosada de Balcarce 50.
Por Ignacio Lizaso
NAC&POP
18/05/2023
Hasta hace una semana a millones de argentinos los abrumaba la impresión de que el primer magistrado, como se suele llamar al Presidente de la Nación, ya no gobernaba en la tradicional Casa Rosada de Balcarce 50 y que de hecho, se había instalado en el palacio de Talcahuano al 500.
Con Horacio Rosatti a la cabeza, claro, en su carácter de número 1 de la Corte Suprema, que lidera el partido judicial.
Y bueno, subir de 50 a 500 es un efecto más de la inflación, deslizó un analista político que conserva destellos de humor.
Todas las causas sometidas a consideración de la Corte vienen siendo resueltas desde dos mandamientos sagrados.
Para las que comprometan a Mauricio Macri, las espadas y los mucamos del Pro, y la oposición, impunidad absoluta.
Las que afectan al peronismo y cualquiera de sus representantes merecen fallo inmediato en contra.
Con una excepción: riguroso aborto del menor avance en la investigación del intento de magnicidio a CFK y sus autores intelectuales (casualmente, o no, de las siete letras de autores, cinco integran el apellido Caputo).
Hasta que Rosatti anunció la entera suspensión de las elecciones en Tucumán y la parcial, excluida la de gobernador, en San Juan.
«La Corte prepoteó con el ostensible propósito de mostrar que tiene las togas más grandes», es la lectura del colega Mario Wainfeld.
El escenario que eligió Rosatti para su desafiante determinación fue la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina.
El país de Muhammad Alí ha asentado bases militares en nuestro territorio y como paspartú, esta cámara cumple un rol complementario al de la embajada.
Una y otra dieron duras declaraciones de apoyo a la Corte, a coro con la desaforada Bullrich, ante el proyecto de juicio político.
Drogada por el odio, la oposición aprobó calurosamente la desmesurada medida de Rosatti.
Pero no hubo unanimidad: Félix Lonigro, miembro del bloque de letrados del Pro, constitucionalista, profesor de la UBA y a cargo de editoriales del diario La Nación, le negó razón al alto tribunal. Fisura imprevista y saludable actitud independiente.
Ver y escuchar una aparición física casi desconocida de Rosatti, orador que agitaba los brazos, quizás evocando su campaña cuando fue intendente de Santa Fe, y su discurso-proclama con olor a de facto, originaron una creciente sensación de alarma.
Quebrando una línea de perfil bajo cultivada con prolijidad, era un anticipo del «infierno tan temido»: la proscripción perpetua de CFK y el triunfo de la barbarie en los comicios de octubre.
Desde una postura desembozadamente anticonstitucional pretendía erigirse en defensor de la carta magna, para él magnettiana.
Con horas de diferencia el embajador Marc Stanley había expuesto el rol que EEUU le reserva a nuestro país: «aportar alimentos y combustible».
O sea el retorno a la función de «granero del mundo», aceptada entre 1880 y comienzos de la década de 1940, con el plus de la producción de los yacimientos de Vaca Muerta y la explotación del litio vivo.
Otro sinceramiento de Stanley. «Tenemos mucho en común. En los próximos 200 años buscamos profundizar nuestra colaboración», dijo.
¿Dos siglos es el tiempo que calcula EEUU que demandará el pago de la deuda asumida y fugada por Macri?
Sostenida por el grosero deschave de Stanley, la figura de Rosatti cobraba una trascendencia aún más encumbrada.
A veces se aprecian maniobras políticas que lucen cierta creatividad que bordea la ficción literaria, o en este caso cinematográfica.
Un día después se dio un episodio que obligó a considerar el lanzamiento de Rosatti como parte del guión de una película que pudo dirigir Alfred Hitchcock, sobre texto de Dashiell Hammett o Raymond Chandler.
Cuando se creía que contaba con el abrazo cómplice de la coalición Héctor Magnetto, Paolo Rocca, Charlie Blaquier (Ledesma), Luis Pagani (Arcor), embajada, Pro y asociados, y desde el Frente era denunciado por tomar decisiones ilegales, fuera de la jurisdicción cortesana y con vocación destituyente, alguien puso en acción un teléfono amarillo.
Resulta curioso recordar que dentro de apenas un mes se cumplirá el 60 aniversario de la instalación del famoso teléfono rojo entre John Fitzgerald Kennedy y Nikita Kruschev (y sí, Patricia, fíjese en las confusas raíces del fenómeno K).
Ecos de la guerra fría, en medio de esta guerra ardiente por la brasa que no cesa de avivar la ultraderecha.
Como establece el género policial, Hitchcock apunta a señalar un sospechoso, en esta película Rosatti, y la platea entra en su juego.
Pero de pronto un teléfono efectúa un llamado revelador. (Teléfono amarillo).
Un funcionario periodístico vocero de las corporaciones desliza que poco antes de impedir que los pueblos sanjuanino y tucumano ejercieran su derecho a votar, Rosatti ha recibido un llamado que precipitó la mutilación electoral.
«No se sabe quién hizo el llamado», intrigó Eduardo Feinmann, sobre la base de data que le llegó a través de otro llamado.
Hitchcock plantea la incógnita y siembra interrogantes surtidos.
¿Segunda comunicación realizada desde el mismo teléfono? ¿Fijación de la estatura política real de Rosatti al difundir una prueba de que se limita a adoptar decisiones dictadas «de arriba»?
¿Cuántos «de arriba» puede haber hoy por encima de Rosatti?
¿Habrá que aventurar una presunta, borrosa interna del red circle? (así nombran los iniciados al círculo rojo).
Nadie osó dudar de la veracidad de la primicia de Feinmann, tipo que carece de autonomía en emergencias de este calibre.
(Divierte que La Nación + defina a Feinmann como un profesional que «pone en palabras el inconsciente colectivo»).
¿Feinmann marioneta?
Aprobado por aclamación.
¿Y Rosatti marioneta, de máximo nivel, pero marioneta?
Dado que Macri entronizó en la Corte a Rosatti y Carlos Rosenkrantz (los Ro-Ro) en operativo de asalto diseñado por el exiliado Fabián Rodríguez Simón, no faltan quienes sostienen que el llamado a Rosatti lleva el sello de ´NDranghetta.
«Vamos a hacer lo mismo, pero más rápido», supo alertar el ex presidente.
En esta ocasión la rapidez sería tal que la veda a la votación en dos provincias con la victoria peronista asegurada precedió en 5 meses a las elecciones.
Además exhibiría un poder cuestionado por la cantidad de soldados que sacaron los pies del plato sin convertirse en desaparecidos – Horacio Rodríguez Larreta alberga desertores en su propio plato – y por un amplio espectro, desde Gerardo Morales a Hugo Yasky, que estima (y lo dice) que el peso partidario del hombre de la FIFA baja de cotización día a día.
«Lector de José Saramago y Umberto Eco, amante de óperas como «Rigoletto» y «L´elisir d´amore», estudiante de medalla de oro, wing izquierdo en sus andanzas futbolísticas», son trazos con que define a Héctor Magnetto su biógrafo José Ignacio López.
«Es demasiado», comentó Jorge Asis.
Aunque ese retrato le serviría a Hitchcock para un sabroso racconto.
Cuesta digerir la referencia al fútbol y sobre todo asombra que le adjudiquen a Magnetto la misma posición en la cancha que supuestamente ocupara Arturo Frondizi.
Extraña coincidencia, Clarín fue tribuna del frigerismo desarrollista, hermanado con Frondizi, hasta que en 1981 Magnetto condujo un golpe de estado.
«Con Arturo formábamos el ala izquierda de la tercera de Almagro.
Yo era insái, él era wing», contaba Raúl Colombo, entonces presidente de AFA y antes diputado por la UCRI (nombrado por el wing), en vano intento de darle a Frondizi algún tinte que lo identificara con lo popular.
Similar finalidad fue la de López para humanizar la imagen de Magnetto.
Uno se pregunta qué wing izquierdo se atrevería a decirle en la cara a Carlos Menem, siendo presidente, que el suyo era «un puesto menor».
Sólo Maradona podría mandarse semejante ofensa.
Que el riojano se masticó sin hesitar.
Eran otros los rasgos de los que brindó testimonio Lidia Papaleo al relatar las amenazas a que la sometió Magnetto al interpelarla en la causa Papel Prensa.
Versiones de fuentes autorizadas indican que al medalla de oro le han instalado un sistema de comunicaciones que lo conecta en forma inmediata con más de 250 personajes: desde quien ocupa el «puesto menor» al par de miembros vigentes de la Corte, pasando por ceos de las más poderosas corporaciones y una elite de dirigentes políticos, prelados de diversos credos religiosos, cuadros de las fuerzas armadas y de seguridad.
Todos ellos listos para atender el requerimiento de esta especie de virrey del patio de atrás de los yanquis.
Dentro de la redacción de Clarín se vive un clima de terror. En 2017 se concretó el cierre de la planta gráfica y hubo 380 despidos.
En 2019 las víctimas fueron 65 empleados. Ahora se dispusieron 48 nuevos despidos.
¿En qué juzgado se atreverán a fallar contra Clarín en un juicio laboral arriesgando que la cúpula del partido regenteado por la Corte ordene la ejecución del responsable?
Uno de los compañeros redactores narraba las peripecias que debe soportar para escaparle al estigma de desocupado.
«Al entrar al diario, como las monjas, tenés que hacer voto de silencio. Está lleno de alcahuetes y puede haber micrófonos».
Le preguntamos qué se chimenta sobre el llamado a Rosatti. «Que las cosas cambian.
Para acostar a Lorenzetti tuvieron que dedicarle una tapa.
Nadie sabe si el llamado salió de acá.
Pero está cantado, a esta corte el quía la arregla con un tubazo».
En 1935 Hitchcock dirigió una de sus películas clásicas: «39 escalones».
Asoma un elemento clave para que este filme que protagonizan Rosatti, Feinmann y el Virrey sea una remake: la escalinata que nace en la vereda de Talcahuano al 500 y trepa hasta las puertas del palacio de Tribunales tiene 39 peldaños.