EN 1946 LA PRENSA NEGO DURANTE UN MES ENTERO EL TRIUNFO PERONISTA EN LAS URNAS
Para aplastar el tiraje del peronismo sólo se piensa recurrir a su proscripción. La revista Life comparaba a Evita con la mujer de Göering y Look anticipaba: «Perón es el próximo Hitler». Leonor Acevedo, madre de Borges, y Alicia Jurado Coreaban «queremos libertad» y cantaban el Himno en Florida. Por Ignacio LizasoNAC&POP19/02/2023 El periodismo de…

Para aplastar el tiraje del peronismo sólo se piensa recurrir a su proscripción.
La revista Life comparaba a Evita con la mujer de Göering y Look anticipaba: «Perón es el próximo Hitler». Leonor Acevedo, madre de Borges, y Alicia Jurado Coreaban «queremos libertad» y cantaban el Himno en Florida.
Por Ignacio Lizaso
NAC&POP
19/02/2023
El periodismo de guerra que no cesa de practicar Clarín, con el apoyo de la OTAN antinacional y antipopular que florece en estas pampas, implacablemente regada y fertilizada por los Braden y Stanley de turno, se presenta como el más mugriento y siniestro sistema destituyente.
Sin embargo, la historia no oficial registra un antecedente que supera toda fantasía atribuible a Goebbels y otros precursores de la solapada o grosera acción psicológica masiva.
El 24 de febrero de 1946 el joven peronismo obtuvo un triunfo aplastante en su debut electoral: sumó 1.500.000 votos (más del 50 %) contra 1.200.000 de la Unión Democrática.
El más antiguo e influyente diario del país, La Prensa, no publicó el resultado de los comicios a lo largo de 31 días.
Cuando la situación se tornaba asfixiante, en un recuadro anunció que según informaba The New York Times, había prevalecido la fórmula del Partido Laborista.
Evitaba citar a Juan Domingo Perón, nombre que el diario se jactó de omitir mientras perteneció a la familia de su fundador, José C. Paz.
Los redactores estaban obligados a optar entre «tirano prófugo» y «dictador depuesto».
Penosa muestra de negacionismo a ultranza lo de referir el hecho – con un mes de retraso y no en tapa – a través de un medio extranjero.
Lo dice The New York Times, no nosotros, que ni siquiera nombramos a ese tipo, sería el mensaje.
Pero a la vez, confesión de que La Prensa hablaba por boca de un poderoso diario, casualmente yanqui.
Dato deliberadamente silenciado y que ilustra acerca de la relación de La Prensa con las mayores corporaciones internacionales.
Cuando el diario reanudó sus ediciones en 1956, un duplicado de las notas y crónicas era enviado a la agencia United Press, que de esa manera contaba gratuitamente con el material elaborado en el lujoso edificio de avenida de Mayo al 500.
Antonio García Elorrio, delegado gremial elegido por el personal de La Prensa – representación nunca reconocida por su director y propietario Alberto Gainza Paz -, planteó la defensa de los derechos de autor de redactores y cronistas sobre el material periodístico que entregaban con exclusividad a la empresa y eran utilizados por UP, que a menudo se tergiversaban y sacaban de contexto.
El planteo fue formulado en 1966 y la justicia, con el dictador-no-depuesto Juan Carlos Onganía sentado en el inodoro de Rivadavia, resolvió desestimarlo.
En esa época era asiduo visitante al diario Jules Dubois, fundador de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ente estrechamente ligado a la CIA.
En la edición del mismo 24 de febrero el editorial era terminante.
En el supuesto caso de que fueran correctas, de todos modos estarían afectadas por el hecho de que el gobierno ha tenido el monopolio de la palabra hablada y escrita durante 32 meses y la oposición fue amordazada hasta hace apenas 4 meses.
La contienda es desigual.
La batalla podrá perderse o ganarse, pero la lucha continuará para restablecer a la Nación – cuándo y cómo se pueda – en la posición institucional que cabe a su nivel social y cultural», se leía.
«Cuándo y cómo se pueda» era un adelanto de los fallidos levantamientos, el bombardeo de plaza de Mayo y el golpe de 1955.
Esa edición incluía una nota en la que Victoria Ocampo, distinguida dama y directora de la revista Sur, subrayaba el riesgo del voto femenino: «la mujer ignorante es más susceptible que nadie a la influencia de los malos pastores».
A partir de la mención pastoril va una anécdota alusiva.
La Ocampo y un selecto ramillete de damas patricias, como Leonor Acevedo, madre de Borges, y Alicia Jurado solían armar actos relámpago de protesta en la calle Florida.
Coreaban «queremos libertad» y cantaban el Himno.
En una ocasión fueron detenidas y a la Ocampo la mandaron al cárcel del Buen Pastor, en Humberto Primo al 300, donde convivió fugazmente con presas por prostitución y hurtos.
Apartado Braden de la contienda desigual, no aflojaba la presión de Estados Unidos.
The New York Times denunciaba: «la más grande, mejor organizada y más agresiva fuerza fascista del mundo se concentra en Buenos Aires».
Del mundo, eh… La revista Life comparaba a Eva Perón con la mujer de Göering y Look anticipaba: «Perón es el próximo Hitler».
El 25 de febrero el diario informaba que el trámite electoral había sido «correcto y entusiasta», pero marcaba una dura crítica: se había visto a votantes en mangas de camisa, signo de una «evidente falta de decoro».
Futuro heredero de los avisos clasificados de La Prensa, base esencial de su despegue, a un año de su creación el 24 de febrero Clarín se despachaba con una tapa presidida por un título a todo lo ancho de página: en letras enormes proclamaba «Tamborini», apellido del candidato a la Unión Democrática.
No era de extrañar, Roberto Noble había sido ministro del gobierno provincial de Manuel Fresco, que desde el más crudo conservadorismo se dedicaba a explotar juego, prostitución y droga.
José Pascual Tamborini era hijo de un terrateniente de la zona de Junín y graduado de médico militó en la vertiente alvearista del radicalismo.
Su compañero de fórmula era Enrique Mosca, abogado de La Forestal, empresa británica que en 1921 sofocó una huelga mediante la matanza de entre 500 y 600 trabajadores.
Al estilo de Joe Lewis, La Forestal manejaba una guardia privada – gendarmes apodado «los cardenales» -, que con la colaboración de efectivos del ejército y la policía de Santa Fe se encargaron de la sangrienta represión.
Durante varios días Clarín machacó con la ventaja que llevaría la UD, después se inclinó por comentar el escrutinio usando el término «reñido» y finalmente se fue al mazo dedicando sucesivas tapas al avance de las tropas rusas sobre Teherán, fotos y caricaturas de Stalin y un título que hoy suena a joda: «Estados Unidos defenderá a Irán».
En las elecciones de 1973, ya debilitada en peso editorial y poder económico, La Prensa pretendió operar contra la vuelta del peronismo.
Sin argumentos sólidos comenzó a publicar comunicados de grupos fantasmas como la Comisión Femenina de Apoyo a la Revolución Libertadora y el Club Conservador de San Isidro.
Censuró la apertura del general Alejandro Lanusse, que ofrecía chances a «la barbarie», y descendió a señalar «la vejez, la opulencia y el rencor homicida» del tirano ya no prófugo.
Y una delicada primicia: un político uruguayo no identificado aseguraba que Perón había concebido un plan de invasión a la tierra de Obdulio Varela.
Clarín se ha convertido en imperio y como le deslizó Héctor Magnetto a Carlos Menem, el de presidente es «un puesto menor», pero que no desdeña ejercer en las sombras.
Soleadas sombras las que habita Magnetto.
Pero aquella resistencia de un medio informativo como La Prensa, capaz de omitir la noticia más importante de los últimos y futuros tiempos, y darla neciamente tarde y eludiendo ser la fuente de su difusión, establece un récord de irresponsabilidad profesional y de enajenación ideológica.
Un modelo de barbarie periodística.
La empresa a cargo de los restos fósiles de La Prensa no aporta cifras de su tiraje, en sostenida merma.
Para aplastar el tiraje del peronismo sólo se piensa recurrir a su proscripción.