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Crecen las huelgas espontáneas en Francia contra la elevación por decreto de la edad jubilatoria

 

Múltiples marchas convocadas por nuevos organismos de base recorren la mayoría de las ciudades de Francia, encontrándose espontáneamente en las calles entre sí. La intersindical, que agrupa a sindicatos de peso nacional, llamó a una huelga general para el jueves 23 de marzo. Pero sindicatos de base ya están en huelga indefinida o se han ido plegando al correr de las horas, desde el sindicato de la basura hasta trabajadores de la energía. Los detenidos por la represión policial pasan las 200 personas. Por  Leo Rodríguez para ANRed.

 

 

Pese a fracasar en el ajuste jubilatorio en su gobierno precedente y ser reelegido con un muy menguante apoyo popular, el presidente francés, de orientación liberal, Emmanuel Macron, redobló su decisión de recuperar la competitividad de las empresas en Francia, mediante un salto en el ajuste sobre las condiciones de vida de los sectores populares. La llave de su plan era y es el aumento de la edad jubilatoria de 62 a 64 años, combinado con el aumento del mínimo de años de aportes jubilatorios a 43 años.

No es menor anotar por qué no pudo concretar el citado ajuste. En primer lugar, por la resistencia de los trabajadores, en las calles y también mediante huelgas, fue exitosa en el anterior gobierno, como lo había sido en buena medida en gobiernos de las décadas anteriores. Pero también ese ajuste es rechazado por la gran mayoría de la opinión pública (entre un 70 a un 80% de la misma). A ello se agrega que Francia tiene una de las mayores tasas de sindicalización en el mundo, con conducciones gremiales reformistas prestas a negociar los ajustes, aunque sujetas a la presión de las bases. Una presión que los puede desbordar por medio de centrales más pequeñas pero influyentes o bien mediante asambleas de base en lugares de trabajo claves para el funcionamiento global como el transporte, las comunicaciones y la energía. Y también se suma un movimiento estudiantil que sostiene su tradición combativa, propensa a actuar junto a la clase obrera.

Con una economía trabada y una creciente impopularidad, Macron logró hace menos de un año ser reelegido sacando un 20% del padrón y un 27% de quienes votaron en la primera vuelta. En realidad, sólo conquistó su reelección en segunda vuelta aprovechando la división dentro de los sectores populares entre votar a la derecha nacionalista filo fascista de Le Pen o bien a la izquierda de Melenchon. Todo se agravó con la guerra de Ucrania (avalada por Macron) al generarse inflación, sobre todo en los costos de la energía y de los alimentos, golpeando tanto la competitividad empresaria como las condiciones de vida de los trabajadores.

A Macron se le vino encima el peor de los mundos: bajo una correlación de fuerzas cada vez más desfavorable para él, una necesidad imperiosa (desde el punto de vista de su plan) de ajustar las cuentas populares. Ello explica que “contra viento y marea” se haya jugado al todo o nada a aprobar esta reforma. A la oposición parlamentaria de la izquierda y de la derecha nacionalista, se le sumó la oposición del bloque republicanista de provincias que apoyaba a su gobierno y el desgranamiento individual de parlamentarios de partidos de centro y centro derecha. Ante ese laberinto Macron decidió “salir por arriba”, es decir haciendo uso del decreto de excepción que la constitución le autoriza anualmente.

¿La gota que rebalsa el vaso?

Esta frase se escucha cada vez más seguido en las calles francesas, aunque sin el signo de interrogación. La sensación que predomina es que se cruzó una línea roja. Sin embargo, los representantes políticos por ahora sólo anunciaron una moción de censura contra la primera ministra delegada por Macron, pero no por la caída del gobierno entero (reclamo que sí se escucha en la calle). Y los representantes sindicales a nivel nacional por ahora sólo llamaron ala huelga para el 23 de marzo.

En contraste, crecen las acciones directas espontáneas en las calles y en las fábricas y emergen formas de coordinación desde abajo, como la coordinación de asambleas de facultades, llamada “interfacultades” y la coordinación de comisiones de fábricas, llamada “interfacs”. De alguna manera asoma una superposición o tal vez sinergia de tradicionales formas de lucha y organización de base como en el mayo francés, hasta formas recientes como la de los “chalecos amarillos” en la que confluyeron transportistas, campesinos y trabajadores emprendedores de variados sectores.

¿Rebalsará el vaso? Por ahora la bronca rebasa, así como la basura en las urbes. Habrá que ver si alcanza para que caiga el decreto de Macron que le quita años de vida y tiempo libre a la clase trabajadora francesa…

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